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Intercambio de favores

La historia de la migración venezolana no se reduce a la última gran crisis económica, política y social, en algún momento, el país fronterizo fue el destino predilecto de quienes buscaban nuevas oportunidades.

 

Frente a la masiva migración de ciudadanos venezolanos a Colombia, hay quienes afirman que es una especie de intercambio de favores, pues hubo una época en la cual la situación fue a la inversa, miles de colombianos llegaron a Venezuela en busca de una estabilidad económica y política. No obstante, las situaciones y los contextos en los que se dieron estas dos olas migratorias son imposibles de equiparar.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas de Venezuela (INE), entre 1970 y 1999 aproximadamente 207.686 colombianos salieron del país motivados principalmente por huir de la violencia generada por los grupos armados al margen de la ley y el narcotráfico, entonces Venezuela se presentaba como un regalo divino, no solo porque al ser un país fronterizo se facilitaba el desplazamiento hasta allí, también porque para la época el vecino país era conocido como “el primer mundo de América Latina”. Se dice que a partir de 1960 y hasta mediados de los ochenta, consecuencia del embargo del bloque árabe de la OPEP a los países occidentales y de la nacionalización del petróleo llevada a cabo por el presidente Carlos Andrés Pérez en enero de 1975, el precio del crudo se cuadruplicó generando ingresos del 350%, de acuerdo con datos de BBC News.

Las personas que vivían en ‘Venezuela Saudita’, como era llamada en ese entonces por la mayoría de los medios de comunicación, mantuvieron un poder adquisitivo muy elevado en comparación al resto de habitantes de América Latina; la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), muestra cifras bastante dicientes, para 1970 el poder adquisitivo en Venezuela era 44 veces mayor al de Colombia. Adicionalmente, conforme a un estudio de la Cepal, en 1977 el PIB de América Latina era, en promedio, de 866 dólares y el de Venezuela era 1400 dólares. De modo que no es de extrañarse que allí convergieran los mayores lujos existentes, carreteras novedosas, las torres más altas de Latinoamérica, los mejores y más exquisitos restaurantes y la mayor cantidad de consumidores de whiskey en el mundo.

“En la década de los setenta empezó a llegar gente a Venezuela porque decían que era como el Dubái de Latinoamérica, los edificios altos, espectaculares y modernos estaban en Caracas…Allá llegó mucho migrante, no solo colombianos. Los haitianos eran como los más quedaditos, eran los que vendían helados, los portugueses, los que tenían supermercados y carnicerías, los italianos sus restaurantes, los árabes tenían sus negocios de mercancías, mayoristas, telas y todo eso, los peruanos eran los que vendían blusas, cobijas, cosas así de algodón”, dice una fuente quien prefiere no dar su nombre, pero que desde Cúcuta presenciaba la gran calidad de vida que se daba al otro lado de la frontera.

Es en este periodo de tiempo cuando el diluvio incesante de petrodólares que caía sobre el país dueño de las mayores reservas de ‘oro negro’, no permitió ver a los dirigentes del mismo lo peligroso que era en términos a largo plazo depender de una sola actividad económica, así pues, la mayoría de ciudadanos venezolanos estaban inmersos en esta actividad económica, abriendo espacio para que algunos migrantes se dedicaran a otras tareas. “Mi papá, él empezó arreglando lavadoras, neveras y aires acondicionados, porque él era muy hábil para eso, y mi mamá como las que hacían el aseo en el edificio, en un edificio de gente muy muy rica, en este momento no me acuerdo como se llamaban los que hacían el aseo ahí en el edificio… La mano de obrar era muy bien paga, lo que hicieron mis papás nos dio para comprar un apartamento y un carro, y ya en ese momento estábamos estudiando todos en un colegio”, dice Clemencia, acerca del trabajo de sus padres.

 

Ronal Rodríguez, politólogo y profesor del observatorio de Venezuela dijo para el periódico La Nación, “eran migrantes que buscaban ascenso social y económico.

Los venezolanos preferían trabajar en el sector petrolero y se generaron espacios para la mano de obra no calificada colombiana en el sector agrícola y en especial en la construcción”. Se podría decir entonces, que los colombianos y en general los migrantes llegaron oportunamente a formar parte de la fuerza de trabajo de un país que parecía estar en una montaña rusa en constante ascenso. ¿Qué fue entonces lo que provocó el veloz descenso de aquella montaña rusa? ¿Por qué Venezuela paso de ser una especie de “sueño americano” a ser el país del “sálvese quien pueda”?

El 18 de febrero de 1983, Venezuela tuvo el primer acercamiento con las consecuencias que las crisis petroleras traerían en adelante. En este día, también llamado “viernes negro”, como resultado de la caída de los precios del petróleo y de la fuga de casi 8 mil millones de dólares debido al inicio de la crisis de la deuda externa de América Latina, el bolívar presentó una gran devaluación frente al dólar que hasta el momento no ha cesado. Con el objetivo de mitigar el impacto de estos sucesos, las diferentes presidencias de esa época: Luis Herrera Campins, Jaime Lusinchi y Carlos Andrés Pérez, imponían diferentes políticas económicas con las que un pueblo acostumbrado a tenerlo todo no estaba de acuerdo, de ahí que se presentaran diferentes protestas, saqueos, aumentaran los índices de inseguridad y otras irregularidades más que el revolucionario Hugo Chávez prometía cambiar, “por eso fue que Chávez  ganó, porque Chávez decía… “Coño, todos tenemos que ser iguales”, él tenía una forma de pensar única al principio de su gobierno y la gente se lo creyó”, dice un ciudadano venezolano, quien solicitó mantener su nombre bajo anonimato.

Quizás uno de los aciertos que más vale la pena destacar del largo gobierno de ‘El comandante’ es la disminución gradual de la desigualdad en casi el 100% del país. Al guiar su administración bajo la ideología socialista y bolivariana, Chávez no apoyaba la acumulación de dinero y propiedades, por el contrario, predicaba la idea de distribución igualitaria de la riqueza la cual para muchos ciudadanos representó un sinfín de beneficios, “en el gobierno de Chávez se dictó que todo ciudadano venezolano tenía derecho a la educación gratuita, incluso, personas que no sabían leer ni escribir comenzaron a estudiar, se hicieron muchos ambulatorios, había muchísima salud…Créditos para los comerciantes, pólizas de seguros, todos los ciudadanos están asegurados, todos los venezolanos mayores de 60 años tienen una pensión, todos, no es que hay unos pensionados y otros no”, cuenta Giulia Genesis del Valle, una venezolana radicada actualmente en Colombia, quien alcanzó a disfrutar de la bonanza petrolera.

Si bien Giulia no defiende fervientemente el chavismo y a su instaurador, conoce personas que sí lo hacen, y no es para menos, pues con diferentes decretos, por ejemplo, mediante el cual se creó la Comisión de Administración de Divisas (CADIVI), este revolucionario se presentó como aquel salvador que sabía multiplicar los panes y los peces. Para el año 2007, a cualquier ciudadano venezolano que tuviera una tarjeta de crédito, CADIVI le otorgaba un ‘cupo’ de 5000 dólares para que pudiera viajar y los consumiera en el exterior, adicionalmente, las personas nacidas en el vecino país disponían de un cupo de 3000 dólares para hacer compras virtuales, “el gobierno de Chávez impulsó mucho eso porque antes la gente pensaba que ellos no tenían la posibilidad de salir a otro país y  en su gobierno de locura, en su desbordada, Chávez les dijo, “mira ustedes no se pueden limitar a que los ricos son ricos”, el gobierno, por ser venezolanos nada más, les daba 5000 dólares y les aprobaban una tarjeta, 5000 dólares a un precio, verga…

El dólar costaba en ese tiempo 350 bolívares, pagabas eso y te daban tus 5000 dólares y tu hacías con eso lo que te diera la gana”, cuenta un venezolano que presenció la sobreabundancia que hubo con las tarjetas CADIVI

Las personas que disponían de este cupo, al notar el valor que el dólar tenía fuera de su país y la gran diferencia en relación con el valor en Venezuela, no tardaron en darse cuenta cuál era el verdadero negocio, el más lucrativo. “Entonces que pasa, tú eres comerciante y yo te digo “oye mira, ¿Qué vale ese televisor? 1000 dólares, bueno mira, entonces yo te voy a pasar mi tarjeta, tú te vas a ganar 200 dólares y me vas a dar 800 dólares, pero me vas a dar a mí una factura de que yo compré ese televisor”, explica Giulia. Al hacer uso de las tarjetas CADIVI, se comenzaron a comprobar compras ficticias de grandes empresarios a los que se les otorgaban una suma mucho mayor de dólares, entonces decían que habían pedido 5000 reses y cuando les hacían el peritaje ¿Dónde estaban las reses? No estaban, no habían comprado nada, se habían robado la plata”.

Resulta un poco contradictorio el panorama de prosperidad y derroche que se plantea para esta época, si se compara con las cifras de migración que muestra el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, en el año 2010 se registraron 5.304 venezolanos radicados en la República colombiana, cifra que creció a pasos agigantados teniendo en cuenta que en el 2009 solo entraron al país 9 migrantes venezolanos legales. Ahora bien, esta abundancia desbordada se prestó para muchas irregularidades que se le atañen al presidente Hugo Chávez, la más perjudicial, según las fuentes entrevistadas, fue la corrupción.

“Los que estaban con el gobierno son los que hicieron más plata. Yo trabajé en un ministerio donde la nómina era como de 100 personas y legalmente trabajábamos 20, eran trabajadores fantasmas que llaman, yo vi mucha corrupción en muchos ministerios por lo que hacía ciertos trabajos. Nos pagaban tan bien, tan bien, que a nosotros no nos importaba, o sea, yo podía ganar 5 millones en un mes, cuando una persona normal ganaba 600 mil pesos, era la cantidad de plata que nos daban para callarnos la boca, a veces nos llamaban del ministerio para cobrar y nosotros ni siquiera habíamos trabajado. Así era el grado de corrupción que había”, relata un venezolano quien solicita que su identidad no sea revelada. De acuerdo con un artículo publicado por BBC News, acerca de la riqueza de Venezuela, se dice que existen algunas sospechas de que el dinero fue desperdiciado debido a la corrupción y a la incompetencia de los dirigentes de este país, “había tanta plata de la renta petrolera que los ministerios cambiaban de director casi todas las semanas, porque es que entraba tanta plata, que a los tipos le daba chance de robársela, pero eso nunca salió a la luz pública”, relata una vez más nuestra fuente anónima.

Otro asunto perjudicial para la estabilidad de Venezuela fue, como ya se ha mencionado, la concentración exclusiva de la economía en la industria petrolera. En el año 2013 el petróleo representaba más del 90% de las entradas de divisas al país y a pesar de que durante varios gobiernos los diferentes presidentes intentaron diversificar las fuentes de ingresos, fracasaron embebidos por la bonanza del oro negro, por supuesto, Chávez no fue la excepción y en lugar de resolver los graves problemas de infraestructura que impedían el funcionamiento óptimo de PDVSA, la empresa estatal venezolana encargada de los procesos de producción de petróleo y principal fuente de ingresos del gobierno, invirtió el dinero en programas sociales que básicamente financiaban los gastos de vivienda, servicios públicos, salud, educación y transporte de todo el país, una decisión que aunque le proporcionó una gran popularidad, fue insostenible.

“Por la misma cosa de la renta petrolera, ellos vieron que era más factible importar y abandonaron todo, no es como en otros países que dicen bueno, esta vaina se va a acabar en algún momento, vamos en invertir en algo, vamos a invertir en empresas, vamos a invertir en turismo, o sea, abandonaron todo, la corrupción jodió el país, le quitaron empresas a personas que si producían para dárselas a personas que no hacían una mierda, igual que en el campo, Chávez decía, “ bueno, tú no puedes tener 2000 hectáreas de tierra, tú tienes que tener quinientas”, decía que todos teníamos que ser iguales, pero iguales de pobres”, comenta nuevamente nuestra fuente anónima, quien decidió huir de su patria en el año 2015 al igual que otros 695 mil ciudadanos venezolanos, según cifras de la ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados).

Con la muerte de Hugo Rafael Chávez en el 2013, no se esperaba que la situación mejorara de repente; sin embargo, tampoco se esperaba que empeorara hasta el punto de ser el bolívar la moneda más devaluada de América Latina, pero el país que recibió el sucesor Nicolás Maduro fue, de acuerdo con la BBC “una nación acorralada por una infraestructura en ruinas, un gasto público insostenible y una industria de bajo rendimiento”. Por consiguiente, lo que vino después fue un efecto dominó que al llegar a su última ficha impulsó la ola más grande de migrantes venezolanos a Colombia, 1’742.927 para ser exactos, según cifras del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Es complejo reducir este gran éxodo a un “intercambio de favores” puesto que, la Colombia que recibe a los migrantes venezolanos dista de ser ‘el primer mundo de América Latina’, de hecho, todo lo contrario. En el 2018, año en que se registró el mayor número de venezolanos en el país, la tasa de desempleo total de Colombia fue de 9,7% según cifras del DANE. Por otro lado, de acuerdo con el libro “Panorama social de América Latina 2018” publicado por la CEPAL, Colombia se posicionó como el segundo país en tener la tasa de pobreza total más alta, con una cifra promedio entre el 30 y el 35%. Adicionalmente, ese año los colombianos tuvieron que acoplarse a una reforma tributaria que impusó una tarifa del IVA de 19% en vista de que para alcanzar el presupuesto planteado para el 2019 hacían falta alrededor de 14 billones de pesos. De manera que, la República de Colombia no estaba preparada, bajo ningún punto de vista, para devolver el favor que Venezuela le hizo hace casi 60 años.

“A trancas y barrancas”, como dicen algunos, Colombia se las ha arreglado para convertirse en el benefactor diario de millones de venezolanos y ellos a su vez, se las arreglan diariamente para sobrevivir en un país ajeno. Sin embargo, en ese desafío de supervivencia unos corren con mayor suerte que otros. Abdul Amad Hernández es un venezolano que llegó a Colombia en el 2017 junto con su esposa Ana. El proceso de migración de esta pareja fue relativamente fácil porque gran parte de la familia de Abdul residía en Norte de Santander; no obstante, esto no significó una ayuda extra a la hora de conseguir empleo, “un trabajo de manera formal, estar trabajando en una empresa, bajo relación de dependencia, no, no se puede conseguir…así tu tengas papeles colombianos se te hace muy difícil porque cuando tú ves las estadísticas te dice que el 95% del tejido económico de esta ciudad como tal, son emprendimientos, son independientes, Norte de Santander tiene muy poca fuente de trabajo”, afirma Abdul.

En vista de la poca oferta de empleo, Abdul le propuso a Ana continuar con la empresa de repostería que ella tenía en el Estado de Miranda, en Venezuela, ella aceptó y hasta el momento ha sido la mejor idea, pues es lo que les ha permitido sobrevivir de manera digna y cada vez mejor, “al principio vendíamos que si 10 cupcakes, pero una vez, la pastora de una iglesia cristiana-evangélica que quedaba al frente de donde teníamos la vitrina, nos hizo en pedido de 400 cupcakes para el día de la madre, ella fue nuestro primer cliente grande”, cuenta Abdul, quien encontró en el emprendimiento la solución al desafío de la supervivencia.

La historia de esta pareja sería como un sueño para Alejandra Jiménez, una ciudadana colombiana retornada del país vecino, para quien la migración fue mucho más compleja. “Tuve que salir yo sola y dejar a mis hijos allá porque como me corrieron fue a mi porque ellos sí son venezolanos, tuve que salir con la pura ropa y dejar todas mis cosas allá, no puedo volver a entrar porque yo saqué un pasaporte, pero el pasaporte fue aquí”, cuenta Alejandra, quien actualmente vive en Cúcuta y se desempeña como trabajadora sexual. Ella, al igual que el resto de las mujeres que ejercen la prostitución, se encuentra expuesta a una serie de maltratos tanto físicos como psicológicos por parte de los clientes y las personas en general, “cuando me salen los ratos uno va y los dirige a los hoteles, prestan el servicio de la habitación y uno tiene que cobrar por ahí 25 pero no los dan y a veces lo da uno barato para no dejar ir el cliente, porque uno necesita es el dinero para llevar a la casa. A veces tiene uno que irse de 15 pa’ 10, dicen, “no tengo sino 15, usted verá si los toma o los deja” o sea que uno termina yéndose por 10 mil pesos y 5 mil pa’ la habitación… Lo más arrecho es que dicen que 15 pa’ 10 y pagan con uno de 50, es lo más triste y uno…o sea, uno se siente como humillado, como vulnerado, porque imagínese lo que le dicen a uno “o los tomas o los dejas” y si no lo agarra uno pues las otras lo agarrarán”, relata Alejandra.

Sería bueno poder decir que existen más historias como las de Abdul y menos como las de Alejandra, pero para los migrantes, sobrevivir es un tipo de rueda de la fortuna y la fortuna en Colombia es poca.

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